Antes de analizar la nueva campaña de Donuts, debo confesar que no puedo ser totalmente objetivo: Uno, que ha trabajado una buena ración de años para una gran multinacional de consultoría, se ve algo reflejado en esta caricatura, que pretende ser simpática para acabar siendo patética.
Vayamos por partes. El primer anuncio de Donuts MIX nos muestra la moderna cafetería de una supuesta gran empresa, donde un oscuro jefecillo (le delatan su cara de panoli, la triste corbata y las gafas de montura metálica totalmente pasadas de moda) se dirige despectivamente al que debe ser uno de sus trabajadores:
- Chaval, tráenos unos Donuts Bombón.
- Sí, sí, ahora mismo, señor.
(Por cierto, ¿Chaval? ¿Qué falta de respeto es esa? ¿Y quién a estas alturas llama señor a su jefe, aunque te lleve cincuenta años?)
Debe ser el primer día de trabajo del pobre becario, con lo que el tío
pierde el trasero para complacer los deseos de su jefe, y sale corriendo por la puerta. Este queda esperando en la cafetería, flanqueado por otros dos estereotipos que parece que podemos encontrar en cualquier oficina nacional: el
pelota gafapasta y la rubia mona y tonta (luego argumentaré porqué me lo parece).
Estereotipos de oficina. |
Ya desde el móvil, el encargado se dedica a putear al improvisado camarero, pidiéndole diferentes sabores para sus Donuts, mientras sus dos adláteres se mueren de risa con las ocurrencias del guasón. Hasta que el novato vuelve a la cafetería con el pack completo de todos los nuevos sabores del producto.Y aquí sucede el milagro que espero nadie se haya tragado: la chica queda inmediatamente prendada de él. Así de sencillo.
La princesa enamorada |
Efectivamente, así se le queda la cara a ella cuando su héroe deja con dos palmos de narices al jefe y al pelota. ¡So falsa, si hace dos minutos te estabas riendo de él con los otros dos capullos!
Lo mejor es que hay una segunda parte de la campaña, que acaba de rematar el invento.
En este segundo spot, más corto y localizado en la misma cafetería, nuestro héroe (que se ha venido arriba y ya se atreve a llevar una horrible camisa hawaiana en la oficina) se despide del encargado y del pelota al grito de ¡Buenas vacaciones! (Claro, ahora me cuadra lo de la camisa...)
Pero el jefecillo, que todavía debe estar picado con el chasco que se llevó, a instancias del gafapasta arribista, le para y le pide de nuevo un Donuts .... ¡y ahora de Stracciatella! Pero el becario no está dispuesto a que le pillen otra vez, y no deja pasar ni un segundo antes de cumplir la petición del jefe (debe ser que llevaba el rosco en el bolsillo), y se despide de nuevo, llevándose a la rubia por la cintura ante la mirada de sorpresa de los otros (incluídos los espectadores).
Desde luego, de todos los personajes de la campaña, creo que el más estereotipado y cutre es del de la chica florero. No hace nada, no dice casi nada, se deja influenciar primero por el jefe y luego por el chaval nuevo. Tan sólo sonríe, pone caritas y luce su escultural cuerpo, realzado con bonitos vestidos y zapatos de larguísimos tacones. ¿Las asociaciones feministas no se han quejado sobre el papelón de la chavala? ¿Es realmente esta la imagen que hay en la publicidad nacional sobre las chicas oficinistas? Personalmente, no lo creo. La gran mayoría de mujeres con las que he trabajado, ya sean jóvenes o veteranas, altas o bajas, más o menos atractivas, son muy inteligentes y están preparadísmas. Incluso poseen ciertas capacidades de las que adolecen sus homólogos masculinos. Por ejemplo, un sexto sentido especial para saber cómo te encuentras, o unas capacidades de negociación alternativas, que suelen dar buenos frutos. Así que pienso que estos dos anuncios son injustos con ellas.
Veredicto:
Lo mejor: Los anuncios están bien rodados y tienen ritmo.
Lo peor: Los rancios estereotipos mostrados, especialmente el de la chica. Me temo que las relaciones jerárquicas en las empresas siguen siendo, desgraciadamente, más o menos como se reflejan en estos spots del producto de Panrico.
Final del cuento
Desde lo más profundo de mis oscuros pensamientos, este debería ser el final para los cuatro protagonistas de la campaña:
El chico nuevo: La rubita le abandonó a los dos meses. Harto de esperar oportunidades en la compañía que le pedía trabajar de ocho de la mañana a ocho de la tarde sin cobrar horas extra, un buen día manda a tomar por culo al jefe y se enrola en una ONG como voluntario. Ahora sigue trabajando 12 horas al día, esta vez sin cobrar, en un poblado en África. Pero se siente feliz, mientras da clases de matemáticas a los niños.
El encargado: Engordó treinta kilos por su afición a la bollería industrial. Le han diagnosticado azúcar en la sangre, y tras años de servilismo con los gerentes de la empresa, éstos le han pagado con un ERE y veinte días por año trabajado. Ahora hace de camarero de la nueva cafetería, donde puede servir Donuts, ensaimadas y cafés con leche a sus verdugos.
La chica: Pronto se cansó del tipo que siempre llevaba un Donut en los bolsillos, para dirigir sus intereses hacia objetivos más elevados. Ya no trabaja.
El pelota: Gran paciencia, combinada con unas buenas dotes diplomáticas, un resistente par de rodilleras, un bote de vaselina y una extraña habilidad para decir 'Sí' y traicionar a sus compañeros, han convertido a este previsible fracasado en uno de los nuevos directores de departamento de la empresa. Una mujer (guapa, rubia y de dientes blanquísimos) le espera cada noche en casa, con la cena enfriándose. Pero él no llega hasta las once, para tan sólo conseguir ver dormidos a su esposa y a sus hijos. Solo y hundido en el sofá, finalmente cena un Donuts MIX, duro y reseco, rescatado de la cartera de uno de ellos, mientras se interroga si tanto esfuerzo ha valido la pena, y si finalmente está satisfecho con su vida.
Saludos.
Saludos.
The Bug.
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